Es nuestra forma de pensar, sentir, actuar, elegir, resolver
y comprometernos.
La predisposición aprendida a responder a las cuestiones de
la vida
Ilustración Alma Larroca |
Pensar que la vida es una cuestión de actitud puede
llegar a explicarnos algo del por qué de la vida que llevamos.
Optimistas/pesimistas, flexibles/rígidos,
agradecidos/desagradecidos, apegados/desapegados, solidarios/egoístas,
emocionales/lógicos.
Lejos de promover los extremos (poco ayuda el todo o
nada) a modo de ejemplo sirven estas primeras virtudes y fortalezas para
entender cuán responsables somos del estilo de vida que llevamos o, pese a
cualquier adversidad, de la forma de vida que nos gustaría alcanzar.
La actitud es nuestra forma de pensar, sentir, actuar,
elegir, resolver y comprometernos. La actitud es una capacidad, una tendencia,
es la predisposición aprendida a responder a las cuestiones de la vida.
¿Cómo somos? ¿Qué actitud creemos tener en general?
¿Cómo nos verán? ¿Qué actitud tendremos para con los
otros?
¿Qué actitud elegimos tener con nosotros mismos? ¿Menos
exigentes, más activos, menos quejosos?
¿Qué actitudes, en general y en particular, ya no nos
agradan, no nos sirven o nos gustaría modificar?
¿Qué no vamos a tolerar más? ¿Qué actitudes, de las
nuestras y de los otros, vamos a dejar de aceptar de aquí en adelante?
La actitud que desplegamos es la suma y resultado de
nuestras experiencias, lecciones, deseos y creencias.
Claro que todo depende del momento preciso de nuestro
ciclo vital, de lo que aquí y ahora nos sorprende, para bien o para mal.
Así como los familiares, desde nuestros primeros meses de
vida, los factores históricos, sociales, culturales y políticos predisponen y
condicionan nuestras actitudes.
Difícil será que tengamos una actitud positiva frente a
la falta de alimento, abrigo o abrazo. Difícil será desplegar una actitud
próspera frente a una situación de abuso, maltrato, violencia física o
emocional, frente a una vivencia desagradable o poco respetuosa con nuestra
forma de ver el mundo y reconocernos en él.
Cuando hablamos de "actitud aprendida", se
entenderá, nos referimos a que la actitud se hereda, se aprende, se enseña. Lo
saludable es que así como se adquiere (y se enquista), también puede
desaprenderse.
Es una maravillosa oportunidad elegir qué actitud
tendremos de ahora en más; con la posibilidad de hacer, a lo largo del camino,
cualquier ajuste resiliente, superador, lo más positivo posible.
Por Eduardo Chaktoura