Es una decisión estrictamente personal y el motor que nos
impulsa,
aunque persistir y perseverar en la marcha son asuntos clave |
Ilustración Alma Larroca
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La voluntad es, nada más ni nada menos, la facultad de
decidir. Es una decisión estrictamente personal. Nietzsche nos invita a pensar
en la voluntad de poder. Podemos. Tenemos el poder siempre y cuando sintamos la
auténtica voluntad de, al menos, intentarlo.
El éxito va más allá de la necesaria voluntad para
lograrlo. Factores inesperados o involuntarios pueden parecer o amenazar cual
fuerza de choque o resistencia.
Pero la voluntad es siempre el espíritu, el sentido, el
motor que nos impulsa. Un motor del que sólo nosotros tenemos la llave.
El grado de voluntad que podamos experimentar da cuenta
de la intención vital, del deseo puesto en acto. La motivación es la zanahoria
de este burro de arranque y persistencia.
Persistir en la marcha es asunto clave en esto de poner
el cuerpo en acción con objetivo claro y propósito gentil, siempre con la
voluntad de redireccionar o cambiar el rumbo de los recorridos que ya no nos
llevan a donde queremos ir.
Persistir y perseverar. Tener la libertad de elegir y
sostener, a pesar de todo, con mirada e intención positiva (lo más positiva
posible).
Cuánto más conscientes estemos de la meta, de las
herramientas necesarias y de las posibilidades que tenemos para conseguirlo,
mucho más productivo será llegar a destino sin perder la voluntad.
¿Cuántas veces habremos sacado energía de vaya uno a
saber dónde con tal de cumplir con la tarea o conquistar el objetivo? ¿Lo
hicimos? ¿Habrá sido suficiente? ¿No habrá sido demasiado?
No es que, en este sentido, tengamos que imponernos la
voluntad de evaluar, juzgarnos y arrepentirnos. Tal vez, en este momento o
mañana al despertar, podemos o podríamos poner una mayor y auténtica voluntad
para registrar cuán dispuestos estamos a poner en juego y apostar. Y, por sobre
todas las cosas, tener siempre presente el porqué de nuestras voluntades.
¿Es este acto de voluntad un deseo, un esfuerzo saludable
o, acaso, una exigencia, un mandato, una obligación?
Que la voluntad sea nuestro despertador consciente. Que
sea la alarma que, pese a que prefiramos quedarnos un rato más en la cama, nos
impulse a levantarnos y a ponernos a disposición de nuestros planes más
deseados.
Que la voluntad de los otros sea un accesorio, un
encuentro, un brindis. Que las voluntades nos encuentren en el camino del bien
común, de la lucha justa y solidaria.
Por Eduardo Chaktoura